La Herencia

Charlotte paseaba en camisón por la sala de estar, releía por enésima vez el artículo que debía presentar puntualmente para la columna del Boston Tribune cuando la campanilla de la entrada tintineó. El cartero le entregó una carta, no se fijo demasiado en aquella mujer a medio vestir, a pesar de su joven edad nuestra periodista no despertaba en el sexo opuesto gran interés, por así decirlo. El aliento se le entrecortó cuando leyó la misiva, un olvidado tío segundo había muerto en extrañas circunstancias y ella era la legítima heredera de su fortuna…

Así empezaba la historia de cinco intrépidos aventureros. Aventureros sí… investigadores es decir demasiado. Un grupo desorganizado brilló por su inexperiencia, ineptitud pasada por agua que acabó estrellándose contra las rocas de un acantilado dejando dos bajas y un grupo de profundos adueñándose de un pueblo y haciendo quién sabe qué sórdidos y depravados rituales de muerte. En fin… unos novatos. Por fortuna la avispada Charlotte puso las cosas en su sitio y, llegado el momento, se hizo cargo de la situación y sacó brillantes conclusiones. Suerte que había una mujer…