Los Huérfanos, hijos de alguien sin nombre

“Una figura vestida de túnica empezó a entonar un cántico macabro entre gorjeos guturales de una lengua impronunciable. De pronto, como corrupto por las indecibles palabras del hechicero, el cuerpo del Sr Simons empezó a encogerse, su piel a secarse y sus cabellos a crecer y encanecer. A un ritmo desesperante, su cuerpo decrépito perdía los dientes y abandonaba el control de los esfínteres. La estancia se impregnaba de un olor pútrido y nauseabundo, similar al olor de la muerte que estaba por venir…”

La casa del reverendo Stewart ardía e iluminaba la noche de luna llena. Jadeando el grupo se alejaba de la casa. Un investigador, enardecido, se dejó llevar por el coraje que infunde el alcohol en la sangre mientras otro, más mal parado, decidía retirarse para siempre de la investigación… quizás el más razonable de todos ellos... o simplemente un cobarde. Aún así tuvieron suerte y todos pudieron contarlo.