Ulrich Bosch, anticuario (Toni)

Ulrich nació en una noche de tormenta  durante el verano de 1883 en una casita de Weimar, Alemania. Los truenos y la lluvia torrencial ahogaban los espantosos gritos que profería Hannah para traer al mundo su tan deseado hijo. Tras horas de doloroso y agotador parto la vida se le escapó en el mismo momento en que alumbró un bebé enorme y feo… El padre, desecho por la pérdida de su amada,  culpó a su hijo de la muerte de su mujer y repudió a ese “monstruo”  que insistían en llamar “su hijo”. Los abuelos se hicieron cargo de su cuidado.

No obstante los cuidados cariñosos de los abuelos, Ulrich no tuvo una infancia feliz, los niños le evitaban, se reían de él y muy a menudo le insultaban. Los mayores le miraban de reojo y hacían comentarios sobre ese “hijo del demonio” que había destruido una de las más bellas familias que conocían. Triste y solo, Ulrich se refugiba a la menor ocasión entre la miríada de fabulosos objetos que inundaban el  anticuario de su abuelo, donde siempre encontraba tranquilidad y satisfacción aprendiendo todo lo que podía de este oficio tan particular.

En las últimas horas de su vida, entre estados de inconsciencia y lucidez, su abuelo deliraba acerca de  “la Criatura”. Se despertaba de golpe, miraba con ojos febriles a su nieto, que ya no era un niño, y le decía con agitación:”-La Criatura Ulrich! La Criatura!!” y acto seguido caía inconsciente. Justamente antes de su última exhalación le dijo:”-Tienes que estar preparado. Busca, busca en los libros antiguos…él no ha muerto!...va a volver…busca! Promételo!”.

Después del entierro Ulrich leyó cada libro, inspeccionó cada rincón, levantó cada ladrillo de la tienda en busca de información sobre esta “criatura” y cuando estaba ya seguro que todo fuese sólo el delirio de un pobre viejo enfermo encontró por fin un manuscrito que cambió completamente su forma de ver el mundo. Todas las leyendas y las historias de terror empezaron a cobrar vida y desde  entonces dejó la tienda en gestión y viaja por el mundo investigando para dar sentido a la locura.

Finalmente descubrió a la criatura, o quizás no. Lo cierto es que un tentáculo lleno de ácido acabó por consumir su vida. El cadáver yace, junto al del desafortunado Walter Gilman velando el sueño eterno de un secreto blasfemo que esperemos permanezca así, como un secreto, por toda la eternidad.  Descanse en Paz.

Ulrich Bosch (ficha)